lunes, 7 de enero de 2013

Adolescente de 15 años detecta un nuevo orden cósmico

El joven que firma la investigación de portada de la revista ‘Nature’ estudia en una escuela pública francesa y es coautor junto a 15 científicos de un descubrimiento que ha ocupado la portada del último número de una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo.
El chico es hijo del astrofísico Rodrigo Ibata, un inglés de origen boliviano, y criado en Santa Cruz de la Sierra, que trabaja en el Observatorio Astronómico de Estrasburgo. Ibata lleva años estudiando la galaxia de Andrómeda, una gigantesca espiral que, pese a situarse a 2,5 millones de años luz de la Tierra, es visible a simple vista en el cielo. Un día, le propuso a su hijo hacer en el Observatorio un cursillo sobre el lenguaje de programación Python, un software libre con fama de sencillo y bautizado así en honor a los humoristas británicos Monty Python.
GALAXIAS COMO MIGAJAS
Durante semanas, Neil puso a punto un programa en el que metieron los datos de 27 galaxias enanas que rodean a la gigante Andrómeda. Y, un buen día, el adolescente se dio cuenta de que algunas de ellas formaban un disco extremadamente aplanado que giraba en torno a su hermana mayor. Se lo dijo a su padre, que se quedó pálido. Hasta ahora, se pensaba que las galaxias grandes, como la propia Andrómeda o nuestra querida Vía Láctea, devoraban a sus vecinas de menor tamaño, dejando galaxias enanas como migajas a su alrededor.
Disco de galaxias enanas alrededor de Andrómeda.
Los astrónomos creían que estas migajas eran independientes unas de otras. Pero no. En la pantalla de la computadora de Neil se veía que las galaxias enanas en torno a Andrómeda se organizan en una gigantesca estructura aplanada que rota sobre sí misma. Además, según explican en la revista “Nature”, este disco se alinea de alguna manera con el polo de la Vía Láctea, sugiriendo un orden en el universo hasta ahora desconocido.
“Hace dos años estuve en San Sebastián con unos amigos, muy bonito”, cuenta Neil de primeras por teléfono con naturalidad, como si no acabara de descubrir un nuevo orden en el universo. “No me gusta mucho decir que he tenido suerte, porque suena a superstición, pero de alguna manera es cierto que tuve la suerte de estar en el momento adecuado en el lugar adecuado, nada más”, explica sobre su hallazgo.
Más información: El Comercio

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